Si pudiera vivir nuevamente mi vida, en la próxima trataría de cometer más errores. No intentaría ser tan perfecto, me relajaría más. Sería más tonto de lo que he sido, de hecho tomaría muy pocas cosas con seriedad. Sería menos higiénico. Correría más riesgos, haría más viajes, contemplaría más atardeceres, subiría más montañas, nadaría más ríos. Iría a más lugares adonde nunca he ido, comería más helados y menos habas, tendría más problemas reales y menos imaginarios.

Yo fui una de esas personas que vivió sensata y prolífica mente cada minuto de su vida; claro que tuve momentos de alegría. Pero si pudiera volver atrás trataría de tener solamente buenos momentos.
Por si no lo saben, de eso está hecha la vida, sólo de momentos; no te pierdas el ahora.
Yo era uno de esos que nunca iban a ninguna parte sin un termómetro, una bolsa de agua caliente, un paraguas y un paracaídas; si pudiera volver a vivir, viajaría más liviano.
Si pudiera volver a vivir comenzaría a andar descalzo a principios de la primavera y seguiría descalzo hasta concluir el otoño. Daría más vueltas en calesita, contemplaría más amaneceres, y jugaría con más niños, si tuviera otra vez vida por delante.

jueves, 22 de marzo de 2012

Ante mí la eternidad. Nosotros, un disparo en la eternidad. Después de todos, la eternidad. Mi existir un suspiro entre dos eternidades. Bondad infinita de Dios conmigo. Comenzó, si pudiera, a pensar en mí, y ha continuado pensando, sin poderme apartar de su mente, como si yo no más existiera. Si un amigo me dijera: los once años que estuviste ausente, cada día pensé en ti, ¡cómo agradeceríamos tal fidelidad! ¡Y Dios, toda una eternidad!

¡Mi vida, pues, un disparo a la eternidad! No apegarme aquí, sino a través de todo mirar a la vida que me espera. Que todas las creaciones sean transparentes y me dejen siempre ver a Dios y la eternidad. A la hora que se hagan opacas me vuelvo terreno y estoy perdido.

Después de mí la eternidad. Allá voy. Cuando uno piensa que tan pronto terminará lo presente uno saca la conclusión: ser ciudadanos del cielo, no del suelo.

¿Cuál es mi fin? ¿Adquirir riquezas? No. ¡Cuántos no podrían alcanzar su fin! ¿Alcanzar comprensión de los seres que me rodean? ¿En guardarlos junto a mí?... Todo esto es digno de respeto, pero no es mi fin. El fin de mi vida es Dios y nada más que Dios, y ser feliz en Dios. Para este fin me dio inteligencia y voluntad, y sobre todo libertad.

«¡Qué estrecha la puerta que lleva a la Vida y poco son los que la encuentran» la tierra pasa, pero el cielo no.

¡Vivir, en visión de eternidad! Cuánto importa refrescar este concepto de eternidad que nos consuela tanto. La guerra, los dolores, todo pasa ¿Y luego? Nada te turbe, nada te espante, ¡Dios no se muda!. Y después de la breve vida de hoy, la eterna.

Consecuencia de nuestra visión de eternidad: Acordarme frecuentemente. «Somos ciudadanos del cielo» «Donde está nuestro tesoro, allí está nuestro corazón»